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porque el ser agradecido
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Don Álvaro o la fuerza del sino
la obligación mayor es
para el hombre bien nacido.
D. ÁLVARO. (Con indiferencia.) Al acaso.
D. CARLOS. (Con expresión.) Que me deis
vuestro nombre a suplicaros
me atrevo. Y para obligaros,
primero el mío sabréis.
Siento no decir verdad: (Aparte.)
soy don Félix de Avendaña,
que he venido a esta campaña
sólo por curiosidad.
Soy teniente coronel,
y del general Briones
ayudante: relaciones
tengo de sangre con él.
D. ÁLVARO. ¡Qué franco es, y qué expresivo! (Aparte.)
Me cautiva el corazón.
D. CARLOS. Me parece que es razón
que sepa yo por quién vivo,
pues la gratitud es ley.
D. ÁLVARO. Soy... don Fadrique de Herreros,
capitán de granaderos
del regimiento del Rey.
D. CARLOS. (Con grande admiración y entusiasmo.)
¿Sois... ¡grande dicha es la mía!
del ejército español
la gloria, el radiante sol
de la hispana valentía?
D. ÁLVARO. Señor...
D. CARLOS. Desde que llegué
a Italia, sólo elogiaros
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Ángel de Saavedra, Duque de Rivasr
y prez de España llamaros
por donde quiera escuché.
Y de español tan valiente
anhelaba la amistad.
D. ÁLVARO. Con ella, señor, contad,
que me honráis muy altamente.
Y según os he encontrado
contra tantos combatiendo
bizarramente, comprendo
que seréis muy buen soldado.
Y la gran cortesanía
que en vuestro trato mostráis
dice a voces que gozáis
de aventajada hidalguía.
(Empieza a amanecer.)
Venid, pues, a descansar
a mi tienda.
D. CARLOS. Tanto honor,
será muy corto, señor,
que el alba empieza a asomar.
(Se oye a lo lejos tocar generala a las bandas de tambores.)
D. ÁLVARO. Y por todo el campamento,
de los tambores el son
convoca a la formación.
Me voy a mi regimiento.
D. CARLOS. Yo también, y a vuestro lado
asistiré en la pelea,
donde os admire y os vea
como a mi ejemplo y dechado.
D. ÁLVARO. Favorecedor y amigo,
si sois cual cortés valiente,
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Don Álvaro o la fuerza del sino
yo de vuestro arrojo ardiente
seré envidioso testigo. (Vanse.)
ESCENA V
El teatro representa un risueño campo de Italia, al amanecer; se
verá a lo lejos el pueblo de Veletri y varios puestos militares;
algunos cuerpos de tropas cruzan la escena, y luego sale una
compañía de infantería con EL CAPITÁN, EL TENIENTE y EL
SUBTENIENTE: DON CARLOS sale a caballo con una ordenanza
detrás y coloca la compañía a un lado, avanzando una guerrilla al
fondo del teatro
DON CARLOS. Señor capitán, permaneceréis aquí hasta nueva orden;
pero si los enemigos arrollan las guerrillas, y se dirigen
a esta altura donde está la compañía de Cantabria,
marchad a socorrerla a todo trance.
CAPITÁN. Está bien, cumpliré con mi obligación. (Vase DON
CARLOS.)
ESCENA VI
CAPITÁN. Granaderos, en su lugar, descanso. Parece que lo
entiende este ayudante. (Salen los oficiales de las filas y
se reúnen mirando con un anteojo hacia donde suena
rumor de fusilería.)
TENIENTE. Se va galopando al fuego como un energúmeno, y la
acción se empeña más y más.
SUBTENIENTE. Y me parece que ha de ser muy caliente.
CAPITÁN. (Mirando con el anteojo.) Bien combaten los granaderos
del Rey.
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Ángel de Saavedra, Duque de Rivasr
TENIENTE. Como que llevan a la cabeza a la prez de España, al
valiente don Fadrique de Herreros, que pelea como un
desesperado.
SUBTENIENTE. (Tomando el anteojo y mirando con él.) Pues los
alemanes cargan a la bayoneta y con brío; a Dios, que
nos desalojan de aquel puesto. (Se aumenta el tiroteo.)
CAPITÁN. (Toma el anteojo.) A ver, a ver... ¡Ay! sino me engaño, el
capitán de granaderos del Rey ha caído o muerto o
herido; lo veo claro, claro.
TENIENTE. Yo distingo que se arremolina la compañía... y creo que
retrocede.
SOLDADOS. A ellos, a ellos.
CAPITÁN. Silencio. Firmes. (Vuelve a mirar con el anteojo.) Las
guerrillas también retroceden.
SUBTENIENTE. Uno corre a caballo hacia allá.
CAPITÁN. Sí, es el ayudante... Está reuniendo la gente y carga...
¡con qué denuedo!... nuestro es el día.
TENIENTE. Sí, veo huir a los alemanes.
SOLDADOS. A ellos.
CAPITÁN. Firmes, granaderos. (Mira con el anteojo.) El ayudante
ha recobrado el puesto, la compañía del Rey carga a la
bayoneta y lo arrolla todo.
TENIENTE. A ver, a ver. (Toma el anteojo y mira.) Sí, cierto. Y el
ayudante se apea del caballo y retira en sus brazos al
capitán don Fadrique. No debe de estar más que herido;
se lo llevan hacia Veletri.
TODOS. Dios nos le conserve, que es la flor del ejército.
CAPITÁN. Pero por este lado no va tan bien. -Teniente, vaya usted
a reforzar con la mitad de la compañía de guerrillas que
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están en esa cañada; que yo voy a acercarme a la
compañía de Cantabria; vamos, vamos.
SOLDADOS. Viva España, viva España, viva Nápoles. (Marchan.)
ESCENA VII
El teatro representa el alojamiento de un oficial superior; al frente
estará la puerta de la alcoba practicable y con cortinas. Entra DON
ÁLVARO herido y desmayado en una camilla llevada por cuatro
granaderos; EL CIRUJANO, a un lado, y DON CARLOS, a otro,
lleno de polvo y como muy cansado; un soldado traerá la maleta de
DON ÁLVARO y la pondrá sobre una mesa; colocarán la camilla en
medio de la escena, mientras los granaderos entran en la alcoba a
hacer la cama
D. CARLOS. Con mucho, mucho cuidado,
dejadle aquí, y al momento
entrad a arreglar mi cama.
(Vanse a la alcoba dos de los soldados y quedan otros dos.)
CIRUJANO. Y que haya mucho silencio.
D. ÁLVARO. (Volviendo en sí.)
¿Dónde estoy? ¿Dónde?
D. CARLOS. (Con mucho cariño.) En Veletri,
a mi lado, amigo excelso.
Nuestra ha sido la victoria,
tranquilo estad.
D. ÁLVARO. ¡Dios eterno!
¡Con salvarme de la muerte,
qué gran daño me habéis hecho!
D. CARLOS. No digáis tal, don Fadrique, [ Pobierz caÅ‚ość w formacie PDF ]

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